Beyond duplicity and ignorance in global fisheries

The three decades following World War II were a period of rapidly increasing fishing effort and landings, but also of spectacular collapses, particularly in small pelagic fish stocks. This is also the period in which a toxic triad of catch underreporting, ignoring scientific advice and blaming the e...

Full description

Bibliographic Details
Published in:Scientia Marina
Main Author: Pauly, Daniel
Format: Article in Journal/Newspaper
Language:English
Published: Consejo Superior de Investigaciones Científicas 2009
Subjects:
IUU
Online Access:https://scientiamarina.revistas.csic.es/index.php/scientiamarina/article/view/1055
https://doi.org/10.3989/scimar.2009.73n2215
Description
Summary:The three decades following World War II were a period of rapidly increasing fishing effort and landings, but also of spectacular collapses, particularly in small pelagic fish stocks. This is also the period in which a toxic triad of catch underreporting, ignoring scientific advice and blaming the environment emerged as standard response to ongoing fisheries collapses, which became increasingly more frequent, finally engulfing major North Atlantic fisheries. The response to the depletion of traditional fishing grounds was an expansion of North Atlantic (and generally of northern hemisphere) fisheries in three dimensions: southward, into deeper waters and into new taxa, i.e. catching and marketing species of fish and invertebrates previously spurned, and usually lower in the food web. This expansion provided many opportunities for mischief, as illustrated by the European Union’s negotiated ‘agreements’ for access to the fish resources of Northwest Africa, China’s agreement-fee exploitation of the same, and Japan blaming the resulting resource declines on the whales. Also, this expansion provided new opportunities for mislabelling seafood unfamiliar to North Americans and Europeans, and misleading consumers, thus reducing the impact of seafood guides and similar effort toward sustainability. With fisheries catches declining, aquaculture—despite all public relation efforts—not being able to pick up the slack, and rapidly increasing fuel prices, structural changes are to be expected in both the fishing industry and the scientific disciplines that study it and influence its governance. Notably, fisheries biology, now predominantly concerned with the welfare of the fishing industry, will have to be converted into fisheries conservation science, whose goal will be to resolve the toxic triad alluded to above, and thus maintain the marine biodiversity and ecosystems that provide existential services to fisheries. Similarly, fisheries economists will have to get past their obsession with privatising fisheries resources, as their stated goal of providing the proper incentives to fishers can be achieved without giving away what are, after all, public resources. Overall, the crisis that fisheries are now going through can be seen as an opportunity to renew both their structure—away from fuel-intensive large-scale fisheries—and their governance, and to renew the disciplines which study fisheries, creating a fisheries conservation science in the process. Its greatest achievement will be the creation of a global network of Marine Protected Areas, which, as anticipated by Ramon Margalef, is the way to make controlled exploitation compatible with the continued existence of functioning marine ecosystems. Las tres décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial fueron un período de rápido incremento en el esfuerzo y la captura pesquera, pero también de colapsos espectaculares, principalmente de los estocs de peces pelágicos pequeños. Durante este periodo también apareció un ‘trío tóxico’, según el cual, declarar capturas inferiores a las reales, ignorar las sugerencias de la comunidad científica y culpabilizar al medio ambiente constituyeron la respuesta usual a los continuos colapsos pesqueros que, por ello, se volvieron más frecuentes, y acabaron por abarcar las principales pesquerías del Atlántico Norte. La respuesta a la disminución de los caladeros de pesca tradicionales fue una expansión de las pesquerías del Atlántico Norte (y del Hemisferio Norte en general) en tres dimensiones: hacia el sur, hacia aguas más profundas y a nuevos organismos, o sea, capturando y vendiendo especies de peces e invertebrados que antes se desechaban, y que generalmente pertenecen a niveles inferiores de la red trófica. Esta expansión ofreció muchas oportunidades para realizar disparates, como los “acuerdos” negociados por la Unión Europea para acceder a los recursos pesqueros del Noroeste de África, el acuerdo-cuota que permitía a China explotar la misma región, y el que Japón culpara a las ballenas por la resultante disminución de los recursos. Además esta expansión ofreció nuevas oportunidades para etiquetar mal a las especies poco conocidas por los norteamericanos o europeos, y engañar a los consumidores, reduciendo así el impacto de las guías de consumo de pescados y otros esfuerzos similares dirigidos hacia la sostenibilidad. Con las capturas pesqueras disminuyendo, la acuicultura – a pesar de todos los esfuerzos de relaciones públicas – siendo incapaz de compensar la pérdida, y el rápido incremento de los precios de combustibles, deben esperarse cambios tanto en la industria pesquera como en las disciplinas científicas que la estudian, e influyen en su gestión. En particular, la biología pesquera, ahora preocupada predominantemente por el bienestar de la industria pesquera, tendrá que convertirse a la ciencia de la conservación de las pesquerías, cuyo objetivo será el de resolver el ‘trío tóxico’ mencionado anteriormente, y así mantener la biodiversidad marina y de los ecosistemas que proveen servicios esenciales a las pesquerías. De manera similar, los economistas pesqueros deberán superar su obsesión por la privatización de los recursos pesqueros, dado que su objetivo declarado de proveer a los pescadores con incentivos adecuados puede ser logrado sin regalar lo que son, después de todo, recursos públicos. En términos generales, la crisis por la que están atravesando las pesquerías puede considerarse como una oportunidad para renovar su estructura – alejándose de las pesquerías a gran escala y con uso intensivo de combustible – y gestión, y renovar las disciplinas que estudian a las pesquerías, creando durante ese proceso una ciencia de conservación pesquera. Su mayor logro será la creación de una red mundial de Áreas Naturales Protegidas, lo cual, como lo anticipara Ramón Margalef, es la manera de establecer una explotación controlada, compatible con la existencia duradera del funcionamiento de los ecosistemas marinos.