Análisis funcional de la distribución espacio-temporal del macrobentos asociado a aspectos batilitológicos y variables ambientales de la ensenada Mackellar, Isla Rey Jorge, Antártica

La Península Antártica es una de las regiones que ha evidenciado un reciente y rápido calentamiento durante la última mitad del siglo pasado (Aronson et al., 2009). Las zonas someras son las regiones marinas más estudiadas (Paganelli et al., 2012), y a su vez las más directamente afectadas por el ca...

Full description

Bibliographic Details
Main Authors: Moreno Leveroni, Bernabé, Pacherres Reaño, Cesar Omar, Indacochea Mejía, Aldo Gonzalo, Cerpa Cornejo, Luis Moroni
Format: Conference Object
Language:Spanish
Published: Instituto Antártico Chileno 2017
Subjects:
Online Access:https://hdl.handle.net/20.500.12544/3908
Description
Summary:La Península Antártica es una de las regiones que ha evidenciado un reciente y rápido calentamiento durante la última mitad del siglo pasado (Aronson et al., 2009). Las zonas someras son las regiones marinas más estudiadas (Paganelli et al., 2012), y a su vez las más directamente afectadas por el cambio climático (Smale & Barnes, 2008). Éstas representan menos de la décima parte del área de la plataforma continental antártica, sin embargo, áreas tan reducidas pueden servir de centinelas para evidenciar los efectos de la actual variabilidad climática (Barnes, 2016). La estructura comunitaria del macrobentos antártico en áreas someras es un buen indicador biológico que responde al acoplamiento sinérgico de distintas variables ambientales. Éstas pueden estar relacionadas a patrones de corrientes (hidrósfera; Gutt, 2007), dinámica periglacial (criósfera; Sahade et al., 2015), e intrínsecamente ligadas al bentos: profundidad, relieves de la plataforma continental y tipo de sustrato (litósfera; Brown & Thatje, 2014; Barnes et al., 2016; Snelgrove & Butman, 1994; respectivamente). El ensamblaje comunitario en las comunidades en cuestión ha sido normalmente estudiado bajo un enfoque taxonómico, sin embargo, se ha comprobado que la diversidad funcional tiene mayor capacidad predictora que la diversidad especiológica, tanto para el funcionamiento y productividad ecosistémica, como para la vulnerabilidad frente a disturbios ecológicos (Schleuter et al., 2010; Törnroos et al., 2015).