Rogelio Echavarría en sus 91 años: poesía y libros

Parece el momento propicio para dar una mirada, a modo de homenaje, a la vida de este creador, dedicada a la poesía y los libros. Nacido en 1926, su existencia tiene dos facetas significativas que lo convierten en una de las figuras más inolvidables y representativas de la cultura colombiana: la de...

Full description

Bibliographic Details
Main Author: Aristizábal, Alonso
Format: Article in Journal/Newspaper
Language:Spanish
Published: Banco de la República - Biblioteca Luis Ángel Arango 2018
Subjects:
Online Access:http://publicaciones.banrepcultural.org/index.php/boletin_cultural/article/view/9773
Description
Summary:Parece el momento propicio para dar una mirada, a modo de homenaje, a la vida de este creador, dedicada a la poesía y los libros. Nacido en 1926, su existencia tiene dos facetas significativas que lo convierten en una de las figuras más inolvidables y representativas de la cultura colombiana: la de su importante trabajo de poeta, cuyo trabajo, que significa que la vida es un libro infinito en el que vive el escritor tratando de abarcar lo inabarcable, se ha vuelto un referente de su época. La segunda faceta, su actividad como periodista cultural emprendida durante más de cincuenta años; con ella ha difundido los autores nacionales y extranjeros del momento. Su tarea de divulgación bibliográfica no tiene antecedentes en el país. De muchos creadores del pasado y del presente, no queda más que lo que él rescató.Pero hablemos primero de El transeúnte. Con su sentido metafísico, esta obra de Rogelio Echavarría muestra el destino del hombre que viene del cosmos y va hacia el cosmos. Enseña que él se encuentra de paso en la Tierra y ello le induce a aceptar la vida como en la tragedia griega, con amor y dolor. Expresa también la calle y sobre todo la individualidad en medio de la multitud que rodea al hombre moderno. Al igual que el escultor que traza poco a poco su imagen sobre la piedra, el poeta fue haciendo este libro a modo del testimonio de quien se reconoce con claridad en medio de las calles. Así, el ser descubre igualmente a través del poema las fronteras de sí mismo, como claves de su encierro y soledad. El transeúnte personaje, con sus imágenes y su tono reflexivo, es el eterno asceta de los andenes y esquinas, el observador que vive la cotidianidad de la ciudad con la conciencia del universo.