Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente Tomo 2 - Libro Tercero

Representación de la exploración a las Montañas de la Nueva Andalucía, Valle de Cumanacoa, Cima del Cocollar, Misión de los Indios Chaimas, Cueva del Guacharo, Montañas y bosque de Santa María, Puerto de Cariaco. Descripción de la constitución política y costumbres de los Chaimas, su lengua y tradic...

Full description

Bibliographic Details
Main Author: Humboldt, Alexander, Barón von, 1769-1859
Other Authors: Bonpland, Aimé Jacques Alexandre, 1773-1858
Format: Book Part
Language:Spanish
Published: París: Rosa 1826
Subjects:
Nes
Aun
Online Access:http://babel.banrepcultural.org/cdm/ref/collection/p17054coll10/id/2472
Description
Summary:Representación de la exploración a las Montañas de la Nueva Andalucía, Valle de Cumanacoa, Cima del Cocollar, Misión de los Indios Chaimas, Cueva del Guacharo, Montañas y bosque de Santa María, Puerto de Cariaco. Descripción de la constitución política y costumbres de los Chaimas, su lengua y tradiciones. Reseña de los pobladores de Nueva Andalucía y los Pariagotes vistos por Colon. Título con la ortografía original de la época. - Libro Tercero. - Capítulo VI. - Capítulo VII. - Capítulo VIII. - Capítulo IX. RECxIONES EQUINOCCIALES DEL NUEVO COrVTirVENTE, HECHO EN 1799 HASTA 1 8o4 , POR AL. DE HÜMBOLDT Y A. BONPLAND, REDACTADO POR ALEJANDRO DE HÜMBOLDT; CONTINUACIÓN INDISPENSABLE AL • ENSAYO político SOBRE EL REINO DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL MISMO AUTOR. COJV MAPAS: GEOGRÁFICOS Y FÍSICOS. TOMO SEGUNDO. parís, EN CASA DE ROSA, CALLE DE CHARTRES, N» 13, Ante* gran patio del Palacio ReaS, y calle de Montpensier, n» 5. 1826. VIAGE Á LAS REGIONES EQUINOCCIALES DEL NUEVO CONTINENTE. II. YIAGE 1 LAS REGIONES EQUINOCCIALES DEL NUEVO CONTINENTE. CAPÍTULO SEXTO. Montañas de la Nueva-Andalacia. —Valle deCumanacoa. — Cima del Cocollar. —Misioa de los indios chaimas. NcESTRA primera excursión á la península de Araya , fué seguida de otra mas larga y mas instructiva en lo interior de las montañas , á las misiones de los indios chaimas, donde varios objetos de interés llamaban nuestra atención. Entrábamos en un pais cubierto de bosques, é Íbamos á visitar un convento rodeado de pal- 2 LIBRO II. meras y de heléchos, situado en un valle an-cho, donde, en el centro de la zona tórrida, se goza de un clima fresco y delicioso. Las mon-tañas inmediatas contienen cavernas habitadas por millares de aves nocturnas y lo que admira la iínaginacion mas que todas las maravillas del mundo físico, es el encontrar al otro lado de aquellas montañas, un pueblo que poco ha era to-davía errante, aj^enas salido del estado de la naturaleza, salvage sin ser bárbaro, y estúpido antes por ignorancia que por un largo embru-tecimiento : á este poderoso interés se mezclan involuntariamente varios recuerdos históricos. En el promontorio de Paria fué donde Colon reconoció la primera tierra continental; en él terminan aquellos grandes valles devastados tan pronto por los Caiábes guerreros y antropófagos , como los pueblos comerciantes y civilizados de Europa. A principios del siglo diez y seis, los infe-lices indios de las costas de Campano, de Ma-cara pan y de Caracas , fueron tratados como lo han sido en nuestros dias los habitantes de la costa de Guinea.- El terreno de las Antillas era cultivado, se transplantaban á él las produccio- CAPÍTULO VI. 3 nes del antiguo continente, mas Tierra Firme estuvo mucho tiempo sin un sistema regular de colonización si los Españoles visitaban su lito-ral , era solo por procurarse esclavos ^ perlas, granos de oro , y palo de tinte , ya por me-dio del cambio ya por el de la violencia. Creyóse ennoblecer los motivos de tan insaciable avari-cia, afectando un celo ardiente por la religión, pues cada pueblo tiene sus ideas y su carácter particular. El comercio de los indígenos de color bron-ceado fué acompañado de los mismos actos de inhumanidad que el de los negros africanos: desdé entonces fueron mas frecuentes las guerras en-tre los indígenos^ los prieioneros eran condu-cidos á las costas para ser vendidos á los blan-cos que los cargaban de cadenas en sus buques , sin embargo de que los españoles eran en aquella época y fueron todavía mucho tiempo después, una dé las naciones mas civilizadas de la Europa. El siglo brillante de León X fué señalado en el nuevo mundo por actos de crueldad que mas parecen pertenecer á los tiempos de la mayor barbarie. 4 IJBRO II. El comercio de esclavos había cesado en la Tierra-Firme mas los conquistadores, conti-nuando sus excursiones , prolongaban aquel sis-tema de guerra que ha disminuido la popula-ción americana, perpetuado los odios naciona-les y sofocado por mucho tiempo el germen de la civilización. Por fin los misioneros protegi-dos por el brazo secular, hicieron resonar las palabras de paz : á la religión pertenecía con-solar la humanidad de una parte de los males causados, bajo su nombre; ella ha abogado la causa de los indígenos ante los reyes, ha resis-tido á las violencias de los comendatarios, y ha reunido las tribus errantes en unas peque-ñas comunidades que llaman misiones , y cuya existencia favorece los progresos de la agricul-tura. De este modoso han formado insensiblemente, pero con una marcha uniforme y premeditada , aquellos vastos establecimientos monásticos y aquel régimen extraordinario que al paso que buscan el retiro y la soledad, pone bajo la de-pendencia de las órdenes religiosas unos países cuatro ó cinco veces mayores que la Francia. CAPÍTULO VI. 5 Estas instituciones tan útiles para detener la efusión de sangre y para sentar las primeras bases de la sociedad , han sido después perju-diciales á sus progresos. Tales han sido los efec-tos de aquel sistema, que los indios han que-dado en un estado poco diferente del que tenían cuando sus habitaciones esparcidas no estaban todavía reunidas en torno de la del misio-nero. Su número ha aumentado considerablemen-te, pero no la esfera de sus ideas : han per-dido progresivamente aquel vigor de carácter, y viveza natural, que en todos los estados del hombre , son los nobles frutos de la indepen-dencia : se les ha hecho estúpidos á fuerza de harcerlos obedientes y sometiendo á reglas in-variables hasta las menores acciones de su vida doméstica. Su manutención está en general mas asegurada , sus costumbres se han hecho mas dóciles, pero reducidos á la opresión y á la triste monotonía del gobierno de las misiones , anuncian por un semblante sombrío y concen-trado cuan á su pesar han sacrificado la libertad al reposo. 6 LIBRO II. El régimen monástico arrebata al estado va-rios ciudadanos útiles, y los restringe en los mu-ros de un claustro á veces, puede servir á cal-mar las pasiones, á consolar los grandes penas y fomentarel espíritu delameditacion pero trans-plantado álos bosques del nuevo mundo aplicado á la multitud de relaciones de la sociedad civil pro-duce efectos tanto mas funestos cuanto mas dure su dominación. Entorpece el uso|de las facultades intelectuales de una á otra generación, impide las comunicaciones entre los pueblos, y se opone á todo lo que engrandece el alma y eleva los conceptos, Por la reunión de todas estas causas diversas , los indígenos que habitan en las misiones, se mantienen en un estado de incul-tura que podríamos llamar estacionaria, sino fuera porque las sociedades siguen la misma marcha que ei espíritu humano, es decir, sino retro-cediesen siempre que cesan de adelantar. Ei dia 4 de setiembre á las cinco de la ma-ñana , emprendimos nuestro viage á las misio-nes de los indios chaimas , y al grupo de monta-ñas elevadas que atraviesan la nuevas Andalucía. La mañana estaba fresca y deliciosa : el camino , capítulo vi, j ó por mejor decir, ia senda quea á Cumanacoa, sigue la orilla derecha del Manzanares, pasando por el hospicio de los capuchinos , situado en un pequeño bosque de guayacos y alcaparros ^ ar-borescentes. Saliendo de Cumaná, desde lo alto de la colina de San Francisco, gozamos mientras la corta duración del crepúsculo , de una vista extendida sobre el mar, sobre la llanura cu-bierta de Beras de flor dorada ^ y sobre las mon-tañas del Brigantin. En el hospicio de la Divina Pastora, se dirije el camino hacia el nordeste y atraviesa durante dos leguas, un terreno desprovisto de árboles y nivelado antiguamente por las aguas. No sola-mente se hallan cacteros , copas de tribulus con ojas de cistc, y la hermosa euforbia purpúrea, cultivada en los jardines de la Havana bajo el raro nombre de Dictamno real, sino también la 1 En el país llaman A estos alcaparros: pachaca, olivo, asito y son los capparis tcnnisiliqua, Jacq.^ c. ferrugina, c. emarginata, c. elíiptica, c. reticalata, c. racemosa. 3 Palo sano, Zygophyllum arboream, Jacq. Los flores tienda el olor de la vainilla. 8 LIBRO II. aTÍcemnía , la alionia , el sesuvium, el thalinum , y la mayor parte de las portuláceas que cre-cen en los bordes del golfo de Curiaco. Esta distribución geográfica de las plantas parece de-signar los límites de la antigua costa, y probar, según hemos indicado, que las colinas, cuya falda meridional recorrimos , formaban antes un islote separado del continente por un brazo de mar. Al cabo de dos horas de marcha, llegamos al pié de la alta cordillera del interior que se pro-longa del este al oeste , desde el Brigantin al cerro de San Lorenzo : alli comienza un nuevo género de montañas y con ellas un nuevo aspec-to de vegetación. Todo toma un carácter mas majestuoso y pintoresco : el terreno está cortado en todas direcciones y regado con infinitos ma-nantiales en las hondonadas se elevan árboles de una altura gigantesca , y cubiertos de enre-dadera un corteza negra y quemada por la ac-ción del sol y del oxigeno atmosférico, con-trasta con la fresca verdura de los Pothos y délos Dracontium, cuyas correosas y lucientes hojas tie-nen á veces, muchos pies de largo. Diríase que los monocotiledoues parásitas reemplazan, entre CAPÍTULO VI. 9 los trópicos, al musgo y á los liqúenes de nues-tra zona boreal. A. medida que nos adelantába-mos , las montañas de roca , tanto por la forma como por su enlace , nos representaban los sitios de la Suiza y del Tirol. En aquellos Alpes de la América, vegetan, á unas alturas muy considerables , los' heliconia , los cortus , los maranta, y otras plantas de la familia de las cañas de indias, que cerca de las costas solo prosperan en los terrenos bajos y hú-medos de manera que por una extraordinaria semejanza , tanto en la zona tórrida como en el norte de la Europa , bajo la influencia de un cli-ma cargado de vapores , como sobre un suelo cubierto de nieves , ofrece la vegetación de las montañas todos los caracteres que marcan la vegetación de los terrenos pantanosos. Antes de dejar las llanuras de Cumaná, y el asperón ó piedra arenisca y caliza que constituye el suelo del litoral, hablaremos de las diferentes ca-pas de que se compone esta formación muy reciente, tal cual la hemos observado en las faldas de las colinas que circundan el castillo de San Antonio. 10 LIBRO II. El asperón ó piedra caliza es una formación local y parcial propia á la península de Araya, al litoral de Cumaná y al de Caracas : la hemos hallado también en el cabo blanco, al oeste del puerto de la Guaira, donde contiene fragmentos á veces angulosos de cuarzo y de gneis, y des-pojos de conchas y de madréporas. Cerca de Cumaná, se compone A-z formación del asperón 1° de una caliza compacta^ gris blanquinosa, cuyas capas unas horizontales y otras inclinadas irregularmente, tienen cinco á seis pulgadas de espesor : algunos bancos están casi sin mezcla de petrificaciones en la mayor parte se encuentran con tal abundancia, los cardites , turbinites, os-tracites y otras varias conchas de pequeñas di-mensiones , que la masa caliza no forma sino un cimento por el cual están unidos los granos de cuarzo y los cuerpos orgánicos 2° de un asperón calcáreo, en el cual los granos de arena son mu-cho mas frecuentes que las conchas petrificadas : otras capas forman un asperón enteramente des-provisto de despojos orgánicos, que hace poca efervescencia con los ácidos y que engasta , tro-zos de mjna de yerro, obscura y compacta; 5" de CAPÍTÜiO VI. 1 i bancos de arcilla endurecida que contienen se-lenita ó espejuelo, y hojas de gipse ^ : estos últi-mos bancos ofrecen mucha analogía con la ar-cilla muriatífera de Punta Araya y aparecen siempre inferiores á las capas precedentes. Esta formación del Asperón ó aglomerat del litoral , tiene una tintura blanca luego se apoya contra la caliza de Cumanacoa que es gris azulada, siendo de notar, que en el contacto de las dos formaciones sobre-dichas , los bancos de la ca-liza de Cumanacoa que yo considero como una caliza alpina, están comunmente muy cargados de arcilla y de marga. Atravesamos el bosque por un sendero estre-cho, siguiendo un arroyo que corre por un lecho de peñascos : observamos que era mas hermosa la vegetación en los parages donde la caliza al-pina estaba cubierta con un asperón cuarzoso, sin petrificaciones y muy distinto del asperón del litoral : la causa de este fenómeno consiste probablemente, menos eij la naturaleza del ler- ^ Esta formación se encuentra al norte del castillo de San Antonio muy cerca de Cumaná. 12 LIBRO II. reno, que en la mayor humedad del suelo. En estos sitios húmedos , donde el asperón envuelve la caliza alpina , es donde se halla constante-mente alguna traza de cultura : hallamos caba-nas habitadas por mestizos en el barranco de los frailes y entre la cuesta de Caneyes y el rio Gu-riental : cada una de estas cabanas está colocada en el centro de un cercado que contiene bana-nos, papayos, caña de azúcar y maiz. Se podría admirar la corta extensión de aquellos terrenos cultivados, sino se recordase que una porción de terreno cultivado en bananos , produce cerca de veinte veces mas substancia alimenticia que el mismo terreno sembrado de cereales. En Europa, nuestras gramíneas nutritivas, el trigo, la cebada y el centeno, cubren unas vas-tas extensiones del pais; las tierras cultivadas se tocan necesariamente, en todo pais donde los pueblos saquen su sustento de los cereales mas no sucede así en la zona tórrida, donde el hom-bre ha podido apropiarse vegetales que dan co-sechas mas abundantes y menos tardías. En aquellos climas dichosos, la inmensa fertilidad del suelo corresponde con la humedad y el calor CAPITULO VI. l3 de la atmósfera. Una numerosa populación halla su alimento en abundancia , en un pequeño es-pacio cubierto de bananos, de yuca, de batatas y de maiz. La soledad de las cabanas dispersas en medio del bosque, indica al viagero la fecun-didad de la naturaleza; á veces un pequeño rin-cón de tierra cultivada es suficiente al sustento de varias familias. Estas observaciones sobre la agricultura de la zona tórrida , recuerdan las íntimas relaciones que existen entre la extensión de los terrenos abiertos para su cultivo, y la de los progresos de la sociedad : esta riqueza del suelo, esta fuerza de la vida orgánica, al paso que multiplica los medios de subsistencia, activa la marcha de los pueblos hacia la civilización. Bajo un clima dulce y uniforme, la única necesidad del hombre es el sustento el sentimiento de esta necesidad es lo que le excita al trabajo, y se concibe fácilmente el motivo por qué en el seno de la abundancia y bajo la sombra de los bananos y del árbol del pan, se desenvuelven menos rápidamente las facultades intelectuales, que bajo un cielo ri-guroso como el de la regioa de los cereales, l4 LIBRO II. donde nuestra especie está en continua lucha con los elementos. Cuando se extiende un golpe de vista general á todos los paises ocupados por los pueblos agrícolas, se observa que los terre-nos cultivados están separados por selvas ó se tocan inmediatamente, no solo según el número de la población , sino también según la eleccic»:a de plantas alimenticias. En Europa juzgamos el número de los habitantes por la extensión del terreno cultivado; bajo los trópicos al contrario, en la parle mas cálida y mas húmeda de la Amé-rica meridional , las provincias mas pobladas parecen casi desiertas, porque el hombre para alimentarse no somete al cultivo sino un corto trecho del pais. Estas circunstancias tan dignas de atención, modifican á un tiempo el aspecto físico del pais, y el carácter de sus habitantes; dan á uno y otro una fisonomía particular y aquel aire agreste é inculto que pertenece á una naturaleza, cuyo tipo primitivo no ha sido todavía alterado por el arte. Sin vecinos, casi sin comercio con los hombres, cada familia de colonos forma una población aislada esta soledad detiene ó en- CAPÍTULO VI. i 5 lorpece los progresos de la civilización, la cual no puede acrecentarse sino á medida que la sociedad se hace mas numerosa y que sus lazos son mas íntimos y multiplicados; mas la soledad desenvuelve también y fortalece en el hombre el sentimiento de la independencia y de la libertad; y ella misma ha alimentado aquella fiereza de carácter que, en todos tiempos, ha distinguido á los pueblos de raza castellana. A medida que nos internábamos en el bosque, nos indicaba el barómetro la elevación progre-siva del sol : á cosa de las tres de la tarde hici-mos alio en una pequeña altura que designan con el nombre de Qiietepe y que está elevada á unas ciento y noventa toesas sobre el nivel del mar : se han construido algunas casas cerca de un manantial muy celebrado entre los indígenos por su frescura y salubridad, cuya agua nos pa-reció , en efecto , excelente. Al hablar de las fuentes que brotan en las llanuras, de la zona tórrida ó en parages poco elevados de la misma, observaré, que generalmente, solo en las regio-nes en que la temperatura media del verano, se diferencia mucho de la del año entero, pueden l6 LIBRO II. los habitantes beber agua de las fuentes extre-mamente frescas en la estación de los grandes calores. Los lapones cerca de Orneo y de Sorsele, bajo los 65" de latitud, se refrescan con agua de fuentes, cuya temperatura en el mes de agosto, apenas está dos ó tres grados sobre el punto de congelación , mientras que en aquellas mismas regiones boreales se eleva el calor del aire á 26 ó 27 grados , á la sombra. Desde lo alto de una colina de asperón que domina al manantial de Quetepe, gozamos de una vista magnifica sobre el mar, el cabo Ma-canao, y la península de Maniquarez : un in-menso bosque se extendía á nuestros pies hasta las orillas del Océano las cimas de los árboles, entrelazadas con el bejuco , y coronadas con largos penachos de flores, formaban un vasto tapiz de verdura, cuyo color obscuro realzaba el resplandor de la luz aérea. El aspecto de aquel punto nos deleitaba mucho mas, por ser la pri-mera vez que nuestra vista abrazaba aquellas grandes masas de la vegetación de los trópicos. En la colina de Quetepe, cogimos al pie del Malpliighia cocoUobwfoíia, cuyas hojas son en ex- CAPÍTULO VI. I 7 tremo correosas, y entre lajs mazorcas de Poli-gala montana j los primeros Metdstomos j sobro todo, aquella bella especie designada bajo el nombre de M* Refmcem. El recuerdo de este punto será siempre grato á nuestra memoria, así como todo viagero conserva una viva predi-lección por los parages donde ha encontrado un grupo de plantas que no ha visto todavía en el estado salvage. Siguiendo hacia el sudoeste se encuentra un terreno árido y arenoso : trepamos un grupo de montañas bastante elevadas que separan la costa de las vastas llanuras ó sábanas limitadas por el Orinoco; la parte de este grupo por la cual pasa el camino de Cumanacoa , está des-provista del vegetación y tiene cuestas muy rá-pidas hacia el norte y el sud : se la designa con el nombre de Imposible porque piensan los ha-bitantes de Cumaná que en caso de un desem-barco del enemigo, aquella cresta de montañas les ofrecería un asilo. Llegamos á su cima poco antes de ponerse el sol, y apenas pude tomar algunos horarios para determinar la longitud del sitio por medio del cronómetro. II. a l8 LIBRO II. La vista del Imposible, es todavía mas bella y extendida que la de Quetepe; distinguimos per-fectamente á la simple vista la cima aplastada del Brigantin, cuya posición seria muy impor-tante fijar, asi como las del embarcadero y la rada de Cumaná la costa de rocas de la pe-nínsula de Araya aparecía en toda su extensión, chocónos mucho la configuración de un puerto llamado Laguna grande ó Laguna del obispo; una vasta concha, rodeada de montañas, co-munica con el golfo de Cariaco por un Canal estrecho por el que solo puede pasar un buque. Este puerto, cuyo plano detallado, levantó el señor Fidalgo, podria contener muchas escuadras á la vez hállase en un sitio desierto frecuentado una sola vez cada año por los barcos que conducen muías á las islas Antillas J hay algunos pastos en el centro de la bahía. Según lo que yo pude observar, la cima del Imposible está cubierta de un asperón cuarzoso y sin petrificación : en su falda septentrional cerca de peñas negras sale del asperón mezclado , con la arcilla, una fuente muy abundante. Como los llaneros ó habitantes de las llanuras, envían CAPÍTULO Vi. iq sus producciones sobre todo el maiz, los cueros y el ganado al puerto de Cumaná, por el camino del Imposible , continuamente velamos llegar macbos conducidos por indios ó por mulatos. Pasamos la noche en una casa donde habia una guardia militar de ocho hombres mandados por un sargento español. La soledad de aquel sitio me representaba las noches que yo habia pasado en la cima de Saint-Gothard : habia prendido fuego por varios puntos á las vastas selvas que rodean la montaña , y sus llamas ro-jas y medio envueltas en nubes de humo ofre-cían el espectáculo mas imponente : los mismos habitantes ponen fuego á las selvas para mejo-rar los pastos, y destruir los arbustos que ani-quilan la yerba, ya tan escasa en aquellas regio-nes : otras veces acaecen terribles incendios cau-sados por la indolencia de los ludios que descui-dan en sus viages, de apagar el fuego con que han preparado sus aumentos, cuyos accidentes, han contribuido á disminuir el número de ár-boles antiguos en el camino de Cumaná á Gu-manacoa , y los habitantes observan con mucha razón , que en varios puntos de la provincia ha 20 LIBRO II, aumentado la sequía, no solamente porque el terreno se hace cada año mas quebrado por la frecuencia de los terremotos , sino también por que en el dia está menos guarnecido de bosques que en la época de la conquista. Dejamos el Imposible el cinco de septiembre al salir el sol : la bajada es muy peligrosa para las bestias de carga, y el sendero no tiene mas de quince pulgadas de ancho, á la orilla de grandes precipicios : al bajar se ve aparecer de nuevo la roca caliza alpina , y como las capas de la montaña están generalmente inclinadas al sud y al sudeste , brotan muchos manantiales en la falda meridional, los cuales, en la estación de las lluvias , forman torrentes que bajan en cas-cadas cubiertas de Hura, de Cuspa, y de Eu-ropia de hojas plateadas. El Cuspa es un árbol que aunque bastante común eñ las inmediaciones de Cumaná y de Bordones, todavía es desconocido de los botá-nicos de Europa por mucho tiempo ha servido únicamente á la construcción de edificios, mas desde 1797, se ha hecho célebre bajo el nombre de Cascarilla ó Quina de la Nueva Andalucía. Su CAPITULO VI. 2 1 tronco se eieva de quince á veinte pies; sus hojas alternas, son lisas, enteras y ovaladas; su cor-teza, muy delgada y de un pálido amarillo , es eminentemente febrífuga , y aun tiene mas amar-gura, aunque menos desagradable, que la cor-teza de los verdaderos Cinchona. La Cuspa se administra con el mejor éxito en extracto alco-hólico , y en infusión acuosa tanto en las fievres malignas, como en las intermitentes. El señor de Emparan gobernador de Cumaná ha enviado una cantidad considerable á los médicos de Cádiz y según las noticias dadas últimamente por don Pedro Franco boticario del hospital mi-litar de Cumaná, la Cuspa ha sido reconocida en Europa por casi tan buena cotno la quina de Santa-Fé. El gusto amargo y adstringente y el color pardo de la corteza del Cuspa, han podido solo condu-cir al descubrimiento de sus virtudes : como flo-rece á fines de noviembre, no la hemos hallado en flor é ignoramos á que género pertenece. Es-pero que la determinación botánica de la quina de la Nueva Andalucía fijará algún dia la aten-ción de los viageros que visiten aquellas regiones 22 HDP.O II. después que nosotros, y que no confundirán, á pesar de la analogía de los nombres, el cuspa con el cuspare : este último se encuentra no solamente en las misiones del rio Carony, sino también al oeste de Cumaná en el golfo de Santa-Fé; sumi-nistra á los boticarios de Europa el famoso Cor-tex AngosturcB^ y forma el género Bonplandia , descrito por M. Willdenow en las memorias de la academia de Berlin, según las notas que le habiamos transmitido. Es muy extraño que durante la larga man-sión que hemos hecho en las costas de Cumaná y de Caracas, en las orillas del Apure, del Ori-noco y del Rio Negro , en una extensión de 40,000 leguas cuadradas de terreno, no haya-mos jamas encontrado una de aquellas especies de cinchona ó de exostema que son propias á las regiones bajas y cálidas de los trópicos, so-bre todo en el archipiélago de las Antillas. Mas cuando se considera que en Méjico mismo no se ha descubierto todavía ninguna especie per-teneciente á los géneros cinchona y exostema ni en las llanuras y alturas centrales, se debe conjeturar que las islas montañosas de las An- CAPÍTULO Vf. 25 tillas y la cordillera de los Andes tienen su des-cripción botánica particular, y que poseen gru-pos de vegetales que no han pasado ni de las islas al continente, ni de la América meridional á las costas de la iNueva España. Saliendo del barranco que baja del Imposible, entramos en una selva espesa y atravesada por un gran número de riachuelos, que se pasan á vado fácilmente : en medio de ella , en las orillas del rio Cedefio, se hallan en el estado salvage, papayos y naranjos de fruta dulce y abultada probablemente son los restos de algunos conu-cos ó plantaciones indianas, pues en aquellas regiones no puede contarse el naranjo entre los vegetales espontáneos como tampoco el plátano, el papayo , el maiz , el yuca y otras muchas plantas útiles, cuya verdadera patria ignoramos, á pesar de que han acompañado al hombre en sus emigraciones, desde los tiempos mas re-motos. Un grande helécho en árbol , muy diferente del polidodium arborcum de las Antillas, sobre-pasaba los peñascos esparcidos. Allí fuimos sor-prendidos por la primera vez con la vista de 24 LIBRO II. unos nidos en forma de botellas üdebolsitas,que se hallan suspendidos de las ramas de los árboles menos elevadas , y atestan la admirable indus-tria de los tropiales que mezclaban su gorgeo á los gritos de los papagayos y de los aras : estos últimos , tanconocidospor la vivacidad de sus co-lores, solo se veian á pares, mientras que los ver-daderos papagayos volaban enbandasde muchos centenares. Es necesario haber vivido en aquel-los climas sobre todo en los valles cálidos de los Andes para concebir como pueden aquellas aves cubrir con sus voces el ruido sordo de los tor-rentes que se precipitan de peñasco en peñasco. Salimos de las selvas á una legua del pueblo de San Fernando , donde un estrecho y tortuoso sendero conduce á un pais descubierto, aunque húmedo en extremo. En la zona templada, los ci-peráceos y las gramíneas hubieran formado vastas praderías, mas en este sitio, abundaban las plan-tas acuátiles y especialmente las cañas de Indias, entre las cuales reconocimos las hermosas flores de ios costus , de los talia y heliconia : estas yerbas suculentas se elevan á ocho ó diez pies de altura, cuyo agrupamiento seria considerado CAPÍTULO VI. 25 en Europa como un pequeño bosque. El bello espectáculo de las praderías y del césped sem-brado de flores es casi desconocido en las regio-nes bajas de la zona tórrida solo se encuentra en las alturas de las Andes. Cerca de San Fernando era tan fuerte la eva-poración causada por la acción del sol, que nos sentimos mojados y como en un baño de vapor , á pesar de que íbamos muy ligeramente vestidos: el camino estaba bordado con una especie de bambú * , que los indios designan con el nom-bres de Jagua ó Gadua y que se eleva á mas de cuarenta píes de altura. Nada iguala á la elegan-cia de esta gramínea arborescente; la forma y la disposición de sus hojas le dan un carácter de ligereza que contrasta agradablemente con la al-tura de la talla; su tronco liso y reluciente está generalmente inclinado hacia el borde de los ar-royos y se agita al menor soplo del viento. Por muy elevada que sea la caña en el medio-día de la Europa , no puede dar ninguna idea del aspec- ' Bamhusa guadua (Véase la pl. XX de nuestras Plantas e(/uin.f t. Ij p. 68. 26 LIBRO II. to de las gramíneas arborescentes, y si me atre-viese á fuodarme en mi propia experiencia, diria que el bambú y el helécho en árbol, son entre todas las formas vegetales de los trópicos las que mas chocan á la imaginación de un viagero. El camino de los bambús nos condujo al pe-queño pueblo de San Fernando , situado en una llanura estrecha cercada de rocas calizas muy escarpadas. Era esta la primera misión que visi-tamos en América: las casas, ó mejor diré, las ca-banas de los indios Chaimas, separadas las unas de las otras, no están rodeadas de jardines : las calles anchas y bien alineadas están cortadas en ángulos rectos, y los muros muy delgados y de poca solidez son de tierra gredosa sostenidos por los bejucos. La gran plaza de San Fernando, situada en el centro del pueblo, contiene la iglesia , la casa del misionero y un humilde edi-ficio que se llama con mucho fausto la Casa del Rey. Es un verdadero Caravanseray destinado á dar abrigo á los viageros, y según hemos experi-mentado es muy útil en un pais donde no se conoce el nombre de posada. Las casas del rey CAPITULO VI. 27 se encuetran en todas las colonias españolas, y se podría creer que son una imitación de los Tambos del Perú establecidos por las leyes de Manco-Capaco. íbamos recomendados á los religiosos que gobiernan las misiones de los Indios chaimas por su síndico que reside en Gumaná , cuya re-comendación nos era tanto mas útil en razón de que los misioneros , sea por zelo por la pu-reza de las costumbres de sus feligreses , sea por sustraer el régimen monástico á la curiosidad indiscreta de los extrangeros, ponen algunas ve-ces en ejecución un antiguo reglamento, según el cual no es permitido á ningún blanco del es-tado secular, detenerse mas de una noche en un pueblo indiano. Para viajar agradablemente en las misiones españolas seria imprudente fiar-se únicamente en el pasaporte emanado de la secretaria de Estado de Madrid ó de los gobier-nos civiles es necesario muñirse de recomen-daciones dadas por las autoridades eclesiásticas , sobre todo por los guardianes de los conven-tos ó por los generales de las órdenes residentes 38 LIBRO II. en Roma que son mucho mas respetados por los misioneros que no los obispos. El misionero de San Fernando era un capu-chino aragonés de edad muy avanzada, pero to-davía lleno de vigor y vivacidad : su extrema robustez , su humor jovial y su interés por los combates y los asedios , no se acordaban muy bien con la idea que se forma en los países del norte, de la meditación melancólica y de la vida contemplativa de los misioneros. Este an-ciano religioso nos recibió con mucha afabili-dad y franqueza, á pesar de que estaba muy ocupado de una vaca que debia hacer matar al dia siguiente, y nos permitió tender nues-tras hamacas en un corredor de su casa. Pa-saba la mayor parte del dia sin hacer nada, sentado en una gran poltrona de madera roja, quejándose amargamente de la pereza é ignorancia de sus compatriotas. Hízonos mil cuestiones sobre el verdadero objeto de nuestro viage,que lepareció arriesgado y por lo menos muy inútil. Así es que aquí como en el Orinoco, fuimos molestados por la viva curiosidad que en medio de las Sel-vas de la América , conservan los Europeos por CAPITFLO VI. 29 las guerras y los disturbios políticos del anti-guo mundo. Nuestro misionero parecía muy satisfecho de su posición : trataba á los Indios con dulzura y veia prosperar su misión elogiaba con entu-siasmo las aguas, los bananos y la leche del can-tón. La vista de nuestros instrumentos, de nues-tros libros y de nuestras plantas secas, le arran-caba una sonrisa maligna y confesaba con la franqueza que es natural en aquellos climas , que de todos los placeres de la vida, sin exceptuar el sueño , ninguno era comparable al de comer buena carne de vaca; tal es el efecto de la sen-sualidad cuando no está distraída por las ocupa-ciones del espíritu. Varias veces nos convidó nuestro huésped á visitar con él, la vaca que acababa de comprar; y el dia siguiente al salir el sol, no pudimos dis-pensarnos de verla matar al estilo del pais, es decir, cortándole un jarrete , antes de clavarle un cuchillo en las vértebras del cuello : esta ope-ración, aunque muy desagradable, nos hizo co-nocer la destreza de los Indios chaimas, que, en número de ocho, cortaron el animal en pe- OO LIBRO II. quenas porciones en menos de veinte minutos. El precio de la vaca entera habia sido el de siete pesos , y aun les parecia muy excesivo. El mis-mo dia habia pagado el misionero diez y ocho pesos á un soldado de Cumaná, por haber con-seguido , después de varias tentativas infructuo-sas , hacerle una sangría en el pié. Este hecho, aunque poco importante , prueba cuan diferente es , en los paises incultos , el precio de las cosas al de los trabajos. La misión de San Fernando fué fundada á últimos del siglo diez y siete cerca de la conjun-ción de los pequeños rios de Mazanaras y Lucas-perez. Un incendio que consumió la iglesia y las cabanas de los Indios, impelió á los capuchi-nos á colocar el pueblo en el bello punto que hoy ocupa. El número de familias ha aumentado hasta ciento, y nos hizo observar el misionero, que el uso que siguen los Jóvenes de casarse á la edad de trece ó catorce años contribuye mu-cho á este rápido acrecentamiento dé la pro-blacion. El camino de San Fernando á Cumaná pasa por medio de unas pequeñas plantaciones por CAPÍTULO VI. 5 I un valle húmedo y abierto , donde tuvimos que pasar un gran número de arroyos. El termóme-tro á la sombra, no se elevaba de 3o% pero como estábamos expuestos á los rayos del sol, porque ios bambús que bordan el camino no prestaban sino un débil asilo, sufrimos un ca-lor excecivo. Pasamos por la aldea de Arenas , habitada por Indios que son de la misma raza que los de San Fernando aunque ya no es una misión, y los indígenos gobernados por un cura, están menos desnudos y son mas civilizados, i Su iglesia es conocida en el pais á causa de algu-nas pinturas informes : un friso estrecho con-tiene unas figuras de armadillos, caimanes ja-guares y otros animales del Nuevo Mundo. Al aproximarse á la ciudad de Cumanacoa, se encuentra un terreno mas liso y uu valle que se ensancha progresivamente. La pequeña ciu-dad está situada en una llanura desnuda, asi circular y rodeada de altas montañas , que ofrece un aspecto triste y taciturno. La populación * Las cuatro aldeas de Arenas, Macarapana, Maiiquitar y Aricagna fundador por los capuchinos de Aragón, llevan c! nombre de Doctrinas de la Encomienda. ÓÍ2 LIBRO II, no es mas de 23oo habitantes, y en tiempo del padre Caulin, en i^SS, no pasaba de 600; las casas son muy bajas , poco sólidas , y á excepción de tres ó cuatro , todas construidas de madera. Sin embargo pudimos colocar cómo-damente nuestros instrumentos en casa del administrador de tabacos don Juan Sánchez. Era un hombre amable y dotado de mucha viveza de espíritu : nos habia preparado una habitación cómoda y espaciosa , donde pasamos cuatro dias , y quiso acompañarnos en todas nuestras excursiones. Cumanacoa fué fundada en 1717, por Do-mingo Arias 1 á su regreso de una expedición que hizo á la embocadura el Guarapiche para destruir un establecimiento que habian inten-tado unos forbantes ^ franceses. La nueva ciudad 1 El padre Caulin asegura que el valle en que hizo Arias las primeras construcciones traía de muy antiguo el nombre de Cumanacoa; mas los vizcaínos reclaman la ter-minación coa que significa en bascuence de Cu?naná, ó de-dependiente de Cumanáf como en Saungoicoa, Basocoa, etc. '^ Piratas de las Antillas. . CAPÍTULO VI. 35 tomó el nombre de San Baltasar de las Arias; pero ha prevalecido la denominación indiana, así como el nombre de Caracas ha hecho olvi-dar el de Santiago de León que se halla todavía en algunos mapas. Ei puerto de Cumaná está distante de Cuma-nacoa, unas siete leguas marinas : en el primero de estos dos puntos no llueve casi nunca, mien-tras que en el segundo hay seis ó siete meses de invernada. En Cumanacoa reinan las sequías desde el solsticio de invierno, hasta el equinoc-cio de primavera : en los meses de abril , mayo y Junio son bastante frecuentes las pequeñas lluvias á esta época comienzan de nuevo las se-quías y duran desde el solsticio de estío hasta fin de agosto finalmente, siguen las verdaderas lluvias de la invernada, las que no cesan hasta el mes de noviembre, y durante las cuales caen del cielo torrentes de agua. Según la latitud de Cumanacoa, el sol pasa por su zenit la primera vez el 16 de abril y la segunda el 27 de agosto. Por lo que acabamos de exponer se advierte que estos dos pasos coinciden con el prínci- 34' LIBRO II. pió de las lluvias y de las grandes explosiones eléctricas. La vegetación de la llanura, que circunda la ciudad, es bastante monótona, pero notable por su frescura, debida á la extrema humedad de la atmósfera : la caracterizan particularmente una solanea arborescente que tiene cuarenta pies de altura, la ortica baccifera y una nueva especie del género Guetarda i. La tierra es muy fértil, y aun podria regarse fácilmente si se hiciesen sangrías á un gran número de arroyos, cuyos manantiales no se agotan en todo el año. La producción mas preciosa del cantón es taba-co y también la única que ha dado alguna cele-bridad á una ciudad tan pequeña y tan mal construida. Desde la introducción del estanco en 1779 está reducida la cultura del tabaco en i Estos árboles están rodeados de galega pilosa, stellaria rotundifolia, aegiphila elata StvarlZy sauvagesia erecta, martinia perennis, y de un gran número de rivinas. La sá-vana de Gumanacoa ofrece entre las gramíneas, el paspulus lenticidaris, los panicum adscendens, penniselum uni/lorunif gynerium sacchuroidesy eleusine indica y etc. CAPÍTULO vr. 35 la provincia de Gumaná , al solo valle de Guma-nacoa, así como en Méjico es solo permitida en los dos distritos de Orizaba y Cordova. El sistema del estanco es un monopolio odioso para él pueblo : todo el tabaco que se recoge debe venderse al gobierno, y para evitar ó mejor para disminuir el fraude, se ha creído lo mas simple concentrar el cultivo en un mismo punto. Muchos guardas recorren el país para destruir las plantaciones que se forman fuera de los can-tones privilegiados y denuncian al desgraciado habitante que se atreve á fumar un cigarro pre-parado por su propia mano. Estos guardas son la mayor parle españoles, y casi tan insolentes como los que ejercen el mismo oficio en Eu-ropa; su insolencia ha contribuido á mantener el odio entre las colonias y la metrópoli. Después de los tabacos de la isla de Cuba y del rio Negro , el mas aromático es el de Cu-maná, que es superior á todos los de la Nueva España y de la provincia de Varinas. El suelo de Gumanacoa es tan propio á este ramo de cultura , que el tabaco viene salvage por donde quiera que el grano encuentra alguna humedad 36 LIBRO n. así es que crece espontáneamente en el cerro del Cuchivano y al rededor de la cueva de Ca-ripe. Ademas , la única especie de tabaco cul-tivado en Cumanacoa y en los distritos vecinos de Aricagua y de San Lorenzo 5 es el de hojas lar-gas sessiles,, llamado tabaco de Virginia ». No se conoce el de hojas petióleas^ que es el verdadero yetl de los antiguos mejicanos 2, aunque en Alemania se le designa con el nombre extrava-gante de tabaco turco. Si el cultivo del tabaco fuese libre , la pro-vincia de Cumaná podría exportar para una gran parte de la Europa; y aun parece que al-gunos otros cantones serian no menos favorables á este ramo de la industria colonial , que el del valle de Cumanacoa, en el cual las lluvias dema-siado abundantes alteran muchas veces las pro-piedades aromáticas de la hoja. En eldiadehoy, en que la agricultura está limitada al espacio de unas leguas cuadradas , el "producto total de la cosecha no es mas de seis mil arrobas sin era- ^ Nicotiana tabacimi * Nicotiana rustica. CAPITULO VI. 37 bargo las dos provincias de Cumana y de Barce-lona consumen doce mil lo que falta , viene de la Guyana española. En general no hay mas de mil y quinientos individuos que se dedican en las inmediaciones dé Cumanacoa á la cosecha del tabaco los cuales son todos blancos. La es-peranza de la ganancia no excita fácilmente á los indígenos de la raza de los chaimas , y eí estanco no juzga conveniente hacerles tal recuerdo. Después del tabaco, el cultivo mas importante del valle de Cumanacoa es el del índigo; las plan-taciones de Cumanacoa , de San Fernando y de Arenas, le producen tal, que es todavía mas estimado en el comercio que el de Caracas, pues por el brillo y hermosura del color se parece al de Guatimala, de cuya provincia se ha reci-vido en las costas de Cumaná la primera semilla del añil que se cultiva al mismo tiempo que el indicotero tinctoria ^ Como las lluvias son tan * Los índigos extendidos en el comercio son debidos á cuatro especies de plantas; á saber: J. tinctoria, J. añil, J. argéntea, J. disperma. En el rio Negro cerca de las fron-teras del Brasil heaios hallado salvage el J. argéntea, pero 58 LIBRO II. frecuentes en el valle de Cumanacoa, una planta de cuatro pies de alto, no da mas materia colo-rante de la que ofreceria cualquiera otra tres veces mas chica, en los valles áridos de Aragua al oeste de la ciudad de Caracas. A pesar de la excelencia de las producciones y la fertilidad del suelo, la industria agrícola de Cumanacoa está todavía en su infancia. Arenas, San Fernando y Cumanacoa no vierten en el co-mercio mas de 3ooo libras de índigo , cuyo im-porte en el pais es el de 4>5oo pesos : faltan bra-zos, y aun la corta población disminuye por la emigración á los llanos. Aquellas sávanas inmen-sas ofrecen al hombre un alimento abundante á causa de la fácil multiplicación del ganado va-cuno, mientras que la cultura del añil y del ta-baco exigen cuidados muy particulares. £1 pro-ducto de este último ramo es todavía muy in-cierto, según el invierno es mas ó menos pro-longado. La llanura de Cumanacoa, tendida de ha-solamente en los parages que han sido habitados por los indios. CAPÍTULO VI. 3g ciendas y pequeñas plantaciones de índigo y de tabaco, está rodeada de montañas que se elevan particularmente hacia el sur , y que ofrecen un doble interés para el físico y el geólogo. Todo anuncia que aquel valle es el fondo de algún antiguo lago así es que las montañas que antes formaban los bordes están cortadas perpendicu-larmente del lado de la llanura. El lago no daba salida á sus aguas sino por el lado de Arenas, y al hacer excavaciones cerca de Cumanacoa, se han hallado bancos de morrillo mezclados con Conchitas de mariscos bivalvos. Según relación hecha por personas muy fidedignas, se ha des-cubierto hace treinta años en el fondo del bar-ranco del san Juanillo dos enormes huesos de muslo de cuatro pies de largo y que pesaban mas de treinta libras. Los indios los tomaban, como se hace también en Europa, por huesos de gigantes, mientras que los semi- sabios del pais , que tienen derecho á explicarlo todo , afir-maban gravemente que eran juegos de la natu-raleza poco dignos de atención , y fundaban su razonamiento en la circunstancia de que los hue-sos humanos se destruyen muy rápidamente en 4o LIBRO II. el suelo de Cumanacoa. Para adornar las iglesias en la fiesta de las ánimas , se hacen tomar cala-veras en los cimenterios de la costa , donde la tierra está cargada de substancias salinas. Los pretendidos huesos de gigante fueron trans-portados al puerto de Cumaná yo los he bus-cado en vano; pero según la analogía de los hue-sos fósiles que he traído de otros puntos de la América meridional, y que han sido examina-dos detenidamente por M. Cuvier, es probable que los huesos gigantescos de Cumanacoa, per-teneciesen á elefantes de una especie perdida. Se puede extrañar haberlos hallado en un parage tan poco elevado sobre el nivel actual de las aguas; pues es un hecho muy notable que los fragmentos de Mastodontes y de elefantes fósiles que he traído de las regiones equinocciales de Méjico, de la JNueva-Granada , de Quito y del Perú, no se han encontrado en las regiones ba-jas (como se han hallado en la zona templada los megatherium del rio Lujan y de la Virginia ' , ' El megatherium de li Virginia, es el megalonix de M. Jeífsrson. Todos aquellos enormes despojos hallados en CAPÍTULO VI. ¿^l los grandes Martodontes del Ohio, y los elefantes fósiles del siisquehana) , sino sobre las alturas desde seiscientas á mil cuatrocientas toesas. Aproximándonos á la orilla meridional de la concha de Cumanacoa, gozamos de la vista del Turimiquiri. Una enorme muralla de rocas, resto de una antigua costa escarpada se levanta de la Selva, y luego al oeste en el cerro del Guchivano, la cadena de montañas parece quebrada como por efecto de un terremoto. La hendidura tiene mas de ciento cincuenta toesas de ancha, y está cercada de rocas cortadas perpendicularmente. Varias veces visitamos una pequeña hacienda, llamada el conuco de Bermudez colocada en-frente de la cortadura del Guchivano. En ella las llanuras del nuevo conlinente, sea al norte ó al sur del ecuador, pertenecen á la zona templada, y no á la zona tór-rida. Por otra parte observa Pallas, que en Siberia, siem-pre por supuesto al norte del trópico, los huevos fósiles faltan enteramente en las partes montuosas. Nov. Comment. "Petrop., 1772» p. 677. Estos hechos, íntimimamente uni-dos entre sí, parecen conducir al conocimiento de una grande ley geológica. 42 LIBRO II. se cultiva en los terrenos húmedos, el tabaco, los bananos y varias especies de algodoneros '^ , especialmente aquella cuyo algodón tiene el co-lor leonado del nankin , y que es tan común en la isla Margarita^. Díjonos el propietario de la hacienda que la cortadura estaba habitada por tigres jaguares : estos animales pasan el dia en sus cavernas y circulan en la noche al rededor de las habitaciones : como están bien alimenta-dos se hacen hasta de seis pies de largo. Uno de ellos habia devorado el año anterior, un caballo perteneciente á la hacienda; habia arrastrado su presa, por medio de la sávana, llevándola debajo de un Ceiba de extraordinaria magnitud. A los gemidos del caballo expirante se habian disper-tado los esclavos de la hacienda , y salieron á la claridad de la luna, armados con lanzas y ma- * Gossipium uniglandutosamy llamado impropiamente fier-baceam y G. barbadense. M. de Rohr ha hecho ver la con-fusión que reina todavía en la determinación de las varieda-des y de las especies de algodoneros. 3 G. relifíiosuin. CAPÍTULO VI. 45 chetes ^ El tigre echado sobre su presa , los es-peró tranquilamente, y no sucumbió sino después de una larga y porfiada resistencia. Este hecho y otros muchos comprobados en aquel pais , prue-ban que el gran jaguar ^ de la Tierra Firme , así como el jaguareté del Paraguay y el verdadero tigre de Asia, no huyen delante del hombre cuando este quiere combatirles cuerpo á cuerpo ó cuando no les espanta el gran número de los que le acometen. Los naturalistas saben hoy que Buffbn ha desconocido enteramente el gran gato de la América; lo que este escritor dice de la co-bardía de los tigres del Nuevo Continente , hace relación á los pequeños ocelotes ó chibiguazus. Mas adelante veremos que el verdadero tigre jaguar de América se arroja algunas veces al agua por atacar á los Indios en sus piraguas. Enfrente de la hacienda de Bermudez se abren dos cavernas espaciosas en la hendidura de Cu-chivano , de las cuales de tiempo en tiempo sa- * Cuchillos grandes y de hoja muy larga, semejantes á los de caza. ^ Félix onza, que Buffon ha llamado pantera ojeada y que la creia originaria de África. 44 LIBRO II. len llamas que se distinguen de muy lejos du-rante la noche , y que iluminan las montañas circunvecinas; juzgando por la elevación de las rocas por encima de las cuales se elevan aque-llas emanaciones inflamadas , se creeria que tie-nen una altura de muchos cientos de pies. En una herborización que hicimos en la Rinconada, intentamos, aunque en vano, penetrar la hen-didura : queríamos examinar de cerca las rocas que parecen encerrar en su seno las causas de aquellas erupciones extraordinarias mas la fuerza de la vegetación , el enlace de los be-jucos y las plantas espinosas nos impidieron pasar adelante. Los hacendados, ayudados por sus esclavos, abrieron una senda por medio del bosque hasta la primera caida del rio Juagua y el dia lo de septiembre hicimos nuestra excursión al Cuchi-vano. Entrando en la hendidura reconocimos la proximidad de los tigres, tanto por un puerco espin recientemente despedazado, como el olor pestífero de sus escrementos semejantes á los del gato de Europa. Para mayor seguridad , los In-dios volvieron á la hacienda y trajeron perros CAPÍTULO VI. 45 de una raza muy pequeña, asegurando que en caso de un encuentro en un camino estrecho , el jaguar se tira antes sobre los perros que á los hombres : seguimos, no la orilla del torrente, sino la falda de rocas suspendidas sobre las aguas. Cuanto mas nos adelantábamos tanto mas era espesa la vegetación. En muchos parages, las raices de los árboles hablan roto las peñas calizas introduciéndose en las grietas que separan los bancos : apenas podíamos llevar las plantas que cogíamos á cada paso : las cannas, las heli-conias de flores purpúreas , los costus y otros vegetales de la familia de los amómeos llegan en aquellos parages hasta la altura de ocho y diez pies. Los Indios con sus fuertes cuchillos, ha-cían incisiones en el tronco de los árboles, y fijaban nuestra atención en la belleza de aquellas maderas rojas ó pagicoloradas, que algún dia serán muy buscadas por nuestros ebanistas y torneros. Nos mostraban el eupaíorium Iceví-gatum de la Mark , la rosa de Berbería ^ célebre * Broxonea racemosa, Bredem, ined» 4^ LIBRO II. por el lustre de sus hojas purpúreas y el sangre de dragón de aquel país que es una especie de Crotón I no descrita todavía, cuyo suco jojo y adstringente es empleado para fortificar las enciás : ellos reconocen las especies por el olor y sobre todo mascando las fibras leñosas. Dos indígenos á quienes se da á mascar el mis-mo palo, pronuncian por lo común y casi sin titubear, el mismo nombre. No pudimos aprove-charnos mucho de la sagacidad de nuestros guias porque no podíamos procuramos hojas, flores ó frutas de unos árboles cuyas ramas nacen á cin-cuenta ú sesenta de altura del tronco. Es muy estraño encontrar en aquella garganta, la cor-teza de los árboles y aun el suelo cubierto de * Varios vegetales de familia diferente llevan en las colo-nias españolas de los dos continentes el nombre de sangre de dragón; y son draccei^na, pterocarpus y Crotones. El padre Caulin {Descrip. Corográfica^ p. 20) hablando de las resi-nas que se encuentran en los bosques de Cumána, distingue muy bien el dragón de la sierra deUpars que tiene las hojas recortadas [pterocarpus draco), del dragón de la sierra de Paria que tiene la hoja entera y vellosa. El último es nuestro Crotón sanguifluum de Cumanacoa, de Caripe y de Cariaco. CAPÍTULO VI. 47 musgo ' y de liqúenes estos criptógamos son allí tan comunes como en el país del norte, su vege-tación está favorecida por la humedad del aire y por la ausencia de la luz directa del sol; sin embargo la temperatura es generalmente en el día de 25 y en la noche de 19 grados. Después de inuchas fatigas y de bien mojados en los frecuentes pasos del torrente, llegamos al pie de las cavernas del Cuchivano : una muralla de roca se eleva perpendicularmente hasta la al-tura de ochocientas toesas. Es muy raro que bajo una zona en que la fuerza de la vegetación cubre el suelo y las peñas se halle una montaña que solo presenta capas desnudas en una corta-dura perpendicular, en la cual, y en una posi-ción , por desgracia inaccesible al hombre , se abren dos cavernas en forma de quebrazas; se asegura que están habitadas por las mismas aves 1 Verdaderos inusci frondosi : también cogimos el boletas igniarius y el Ucoperdon bellarum de Europa, ademas de un pequeño boletas stlpitatus blanco de nieve. En cuanto al se-gundo no lo habia yo hallado sino en los parages secos en Alemania ó en Polonia. 48 LIBRO II. nocturnas que luego daremos á conocer en la cueva del Guácharo de Caripe. Cerca de estas cavernas vimos capas de marga esquitosa que atraviesan el muro de rocas, y, mas abajo^ al borde del torrente, hallamos con grande admi-ración nuestra, cristal de roca engastado en los bancos de la Caiiza alpina. Eran unos prismas exaedros terminados en pirámides, que tenían i4 líneas de largo sobre 8 de ancho. Los cristales perfectamente transparentes se hallaban sueltos y á veces distantes uno de otro de tres ó cuatro toesas; estaban encerrados en la masa caliza co-mo los cristales de cuarzo Burgtona ^ y los Bo-racites de Lunebourg que están encajados en el gipso no se veia por allí ninguna grieta ni ves-tigio de una veta de espato calizo. Descansamos al pie de la caverna , de donde se han visto salir llamaradas que, en los últimos años, se han hecho mas frecuentes. El propie-tario y nuestros guias igualmente, instruidos de las localidades de la provincia , disputaban á la manera de los criollos, sobre los danos a que ^ £n el Dread de Gotha. CAPÍTULO VI. 49 estaba expuesta la ciudad de Cumanacoa si el Cuchivano viniese á reventar. Parecíales indu-dable que la Nueva Andalucía, desde los grandes terremotos de Quito y de Cumaná en 1797, es-taba minada por los fuegos subterráneos cita-ban las llamas que se habían visto salir de la tierra en Cumaná, y los sacudimientos que se experimentan actualmente en parages donde el suelo no había sido jamas alterado, y recordaban que en Macarapan se sentían frecuentemente , hacía algunos meses , emanaciones sulfúreas. Admiramos mucho aquellos hechos sobre los cuales fundaban predicciones que se han rea-lizado casi todas. En 1812 han ocurrido enormes trastornos y han probado cuan tumultuosa-mente agitada está la naturaleza en la parte nor-deste de Tierra-Firme. ¿Pero cual es la gausa de los fenómenos ígneos que se observan en el Cuchivano? Yo no ignoro que algunas veces se ve brillar, en una luz viva la columna del aire que se eleva sobre la boca de los volcanes inflamados ^ : este resplendor que * No debe confundirse este fenómeno extraordinario con u. 4 5o LIBRO II. se atribuye al gas hidrógeno , ha sido observado en Chillo, sobre la cima del Cotopaxi, á una época en que la montaña parecia en la mayor tranquilidad. También sé que el Mons Albanus, cerca de Roma, hoy conocido con el nombre de Monte Cavo, parecia inflamado de tiempo en tiempo durante la noche pero el Mons Albanus es un volcan recientemente apagado , que en tiempo de Catón, todavía arrojaba rapilli, mien-tras que el Cuchivano es una montaña caliza dis-tante de toda roca de formación trapeana. ¿Pue-den atribuirse estas llamas, á una descomposición del agua que entra en contacto con las piritas dis-persas entre la marga esquitosa? ¿Es hidrógeno inflamado lo que sale de las cavernas del Cuchi-vano? Las margas, según lo indica su olor, son betuminosas y piritosas al mismo tiempo , y los manantiales de goudron mineral del Buen pastor el resplendor que comunmente se observa á pocas toesas de altura sobre las cráteras, y que (como yo he visto en el Vesubio en i8o5) no es sino el reflejo de las grandes masas de escorias inflamadas y escupidas del fondo, aunque sin salir del orificio del volcan. CAPÍTULO VI. 5 I y de la isla de la Trinidad nacen tal vez de estos mismos bancos de Caliza alpina. Fácil seria imaginar relaciones entre las aguas infiltradas en estas Calizas y descompuestas en las capas de piritas, y los terremotos de Cumaná, los manantiales de hidrógeno sulfurado de Nueva Barcelona, los depósitos de azufre nativo de Ca-mpano y las emanaciones de ácido sulfuroso que se sienten de cuando en cuando en las sá-banas : no podría dudarse que la descomposición del agua por las piritas á una alta temperatura favorecida por la afinidad del óxido de berro con las substancias terrosas , no pueda dar lu-gar también á este desprendimiento de gas hi-drógeno, al cual muchos geólogos modernos dan un papel tan importante. Mas en general , el ácido sulfuroso se manifiesta mas constantemente en la erupción de los volcanes que el hidrógeno, y el olor de este ácido se hace sentir algunas ve-ces mientras que la tierra está agitada por los fuertes temblores. Cuando se consideran en unión los fenóme-nos de los volcanes y los de los terremotos , cuando se examina la inmensa distancia á que f^.i 2 LIBRO 11. se propaga el movimiento debajo de la conca-vidad de los mares , se abandonan fácilmente las explicaciones fundadas sobre pequeñas capas de piritas y de margas bituminosas. Yo opino que los temblores que se sienten tan frecuen-temente en la provincia de Cumaná, no deben atribuirse mas á las rocas visibles, que los sa-cudimientos de los Apeninos deben ser atribui-dos á las vetas de esfalto ó á las emanaciones de petrole encendido. Todos estos fenómenos pro-ceden de causas mas generales, y aun diré, mas profundas; no es en las capas secundarias que for-man la corteza exterior de nuestro globo, sino en las rocas primitivas, á una enorme distancia de la superficie del suelo, donde debe colocarse el centro de la acción volcánica. Cuanto mas progresos hace la geología; mas se hecha de ver la insuficiencia de estas teornas fuidadas sobre algunas observaciones puramente locales. El dia 1 2 , continuamos nuestro viage al con- 4 vento de Caripe, capital de las misiones Chai-mas : preferimos al camino derecho, el rodeo de las montañas del Turimiquiri, cuya altura excede poco la del Jura. El camino se dirije primera- CAPÍTULO VI. 55 mente hacia el este , atravesando durante tres leguas, la altura de Cumanacoa sobre un terreno nivelado antiguamente por las aguas, que luego tuerce hacia el sud. Pasamos el pequeño lugar Indio de Aricagua, rodeado de colinas cubiertas de árboles y de un aspecto risueño : de allí co-menzamos á subir y la cuesta duró mas de cuatro horas. Esta parte del camino es muy costosa; hay que pasar veinte y dos veces el Pututucuar, tor-rente rápido y lleno de peñascos de roca caliza. Cuando en la cuesta del CocoUar, se llega á una elevación de dos mil pies sobre el nivel del mar, se admira uno de no hallar ya bosques ó árboles grandes : se recorre una inmensa llanura cu-bierta de gramíneas donde solo los Mimosas de copa hemisférica, cuyos troncos no tienen sino tres 6 cuatro pies de altura, interrumpen la triste uniformidad de las sávanas sus ramas están in-clinadas hacia la tierra y extendidas en forma de parasol. Por todas las escarpaduras ó por donde hay peñascos medio cubiertos de tierra, tiende su hermoso verdor el Clusia ó Cupey de grandes flores de Ninfea, árbol cuyas raices tie-nen hasta ocho pulgadas de diámetro y algunas 54 LIBRO II. salea del tronco á quince pies de altura sobre el suelo. Después de haber trepado mucho tiempo la montaña , llegamos á una pequeña llanura lla-mada el Hato de Cocollar^ donde hay una ha-cienda aislada en una mesa que tiene 4o8 toesas de altura. En este parage solitario pasamos tres días colmados de los obsequios del propietario que nos habia acompañado desde el puerto de Cumaná : alli hallamos leche, buenas carnes á causa de los bellos pastos, y sobre todo un clima delicioso; en el dia, el termómetro centígrado no se elevaba arriba de los 22" á 23°; poco antes de ponerse el sol, bajaba á los 19°, y en la noche se mantenia sobre los j4°. La temperatura noc-turna era por consiguiente siete grados mas fresca que la de las costas; lo que prueba de nuevo una disminución de calórico extremamente rápida pues que la mesa del CocoUar está menos ele-vada que el suelo de la ciudad de Caracas. En todo el alcance de la vista, no se percibe, desde este punto elevado , mas que sávanas des-nudas sin embargo se elevan en los barrancos algunos pequeños grupos de árboles , y á pesar CAPITULO VI. 55 de la aparente uniformidad de la vegetación, no deja de hallarse un gran número de plantas muy notables. ' Nos limitaremos á citar un soberbio Lobeliai de flores purpúreas, el Crownea coccínea que tiene mas de cien pies de altnra y sobre todo el Pejoa, célebre en el pais á causa de lo delicioso y aromático del olor que despiden sus hojas al fro-tarlas entre ios dedos '. Lo que mas nos hechi-i Cassia acata, andromoda riqida, cascaría Idpericifolia, myrtus longifoUa, bültoeria saticifolia, glyc'me picta, G. pra-teusus, G. gibba, oxalis umbrosa, malpighia caripensis, ce-phoelis salidfolia, slylosantes atigustifolia, salvia pseadococ-cinea, eringium fcetidum. ^ Lobelia spectabilis. 3 Es el gaultheria odorata, descrito por M. Wildenow, sobre las muestras que le habernos comunicado. El pejoa se encuentra al rededor del lago del Cocollar del cual toma su origen el gran rio Guarapiche. También hemos hallado pies del mismo arbusto en la Cuchilla de Guanagnana: es una planta subalpina que, como luego veremos, forma en la silla de Caracas una zona mucho mas elevada que en la provincia de Cumaná. Las hojas del Pejoa tienen un olor to-davía mas agradable que las del myrthus pimenta; pero algunas horas, después que la rama ha sido separada del tronco, ya la hojas no dan ningún perfume aun frotándolas. 56 LIBRO 11. zaba en aquel sitio solitario era la belleza y la calma de las noches el propietario de la hacien-da prolongaba sus veladas con nosotros, y pare-cia deleitarse al ver la admiración que produce en los Europeos recientemente trasplantados bajo los trópicos , aquella frescura de prima-vera que se respira en las montañas después de puesto el sol. Nada hay comparable á la impresión de la calma majestuosa que deja el aspecto del firma-mento en aquel parage solitario. A la entrada de la noche , siguiendo con la vista aquellas prade-rías que bordan el horizonte , aquellas llanuras cubiertas de yerbas y suavemente onduladas, creíamos ver de lejos, la superficie del Océano sosteniendo la bóveda estrellada del cielo. El árbol bajo el cual estábamos sentados, los in-sectos luminosos que saltaban al rededor de no-sotros, las constelaciones que brillaban hacia el sud , todo parecía indicarnos que estábamos lejos de nuestro suelo natal : si entonces , en medio de aquella naturaleza exótica, se oia en el fondo del valle el sonido de un cencerro, ó el mugido de una vaca, esto nos recordaba in- CAPÍTULO VI. 57 mediatamente la memoria de la patria , y eran cómo unas voces lejanas , que resonaban al otro lado de los mares, y cuyo mágico poder nos tras-portaba de uno á otro hemisferio. ¡ Admirable celeridad de la imaginación del hombre, origen eterno de sus placeres y de sus penas ! Con el fresco de la mañana comenzamos á trepar el Turimiquiri, que así se llama la cima del Cocollar. Hasta la altura de setecientas toe-sas y aun mas arriba, esta montaña, así como todas las que le avecinan , está cubierta solo de gramíneas ^ : en Cumaná atribuyen esta falta de árboles á la grande elevación del suelo; mas por poco que se reflexione sobre la distribución de los vegetales en las Cordilleras de la zona tórrida, se concibe que las cimas de la Nueva Andalucía están muy lejos de llegar al límite superior de los árboles que, por aquella latitud se sostienen lo menos á mil ochocientas toesas de altura ab-soluta. ' Las especies domioaotes son los paspaluSj el andropo-gon fastigiatum que forma el género dieciomis de M. Paüssot de Beauvois, y el panicam olyroides. 68 LIBRO II. Es tan dulce el clima de aquellas montañas , que en la hacienda del Cocollar se cultiva con éxito el algodonero, el árbol del café, y aun la caña dulce. Por mas que digan los habitantes de las costas, no se han visto jamas escarchas, por los iO° de latitud, sobre montañas, cuya altura apenas excede la del Mont-d'Or y del Puy-de- Dóme, Los pastos de Turimiquiri disminuyen de valor según va elevándose el terreno : por to-das partes donde los peñascos esparcidos ofrecen sombra, se hallan plantas liquenosas y algunos musgos de Europa. El Melástomo xantliostackiSj llamado Guacito en Caracas , es un arbolillo ^ cuyas grandes y correosas ojas resuenan como pergamino cuando el viento las agita, y se eleva en varios puntos de la sábana; mas el principal ornato del musgo de aquellas montañas es una liliácea de flores doradas , el Marica martini-censis : En las provincias de Cumaná no se hace caso de él , sino cuando se eleva á cuatro ó cinco toesas de altura 2. » Palicurea rígida,